miércoles, 3 de octubre de 2018

Conversación con Sergio Alejandro Amira


Les presento una conversación con gran el autor chileno Sergio Alejandro Amira, quien profundiza en su libro Armórica, origen de la idea para el personaje principal, trabajos anteriores, recomendaciones de libros y mucho más... Agradezco su buena onda y por la cercanía que tiene con sus lectores, quien en ningún momento ha tenido problemas en responder mis innumerables dudas sobre su literatura, generando un feed back increíble.

Revisando tu biografía se pueden encontrar varios libros escritos con distintos tipos de narrativa para adultos y también infantiles. Cuéntame sobre el motivo que te llevó a escribir libros para un público infanto-juvenil, por ejemplo, Armórica y tu experiencia.

Armórica fue el primer libro que escribí con el objetivo y la consciencia plena de estar haciendo algo infanto-juvenil, aun cuando Atómica tenía un objetivo similar y le antecede, aunque es básicamente parte de lo mismo (ya que Armórica como personaje es una versión de Atómica). Hasta ese momento había postulado muchas veces a la Beca de Creación del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura sin éxito alguno, con obras en las que nunca me preocupé de escribirlas para nadie en particular salvo yo mismo. Al ver que esa fórmula no me estaba resultando, decidí a último momento postular a la categoría de “libro infantil ilustrado”, para lo cual se solicitaba algunas ilustraciones y una propuesta de lo que se trataría el libro, algo que yo ya tenía gracias a una novela gráfica que estábamos planeando con mi amigo Pablo Santander. En esa época las postulaciones aún se dividían entre profesionales y emergentes, y para ganar debías obtener un puntaje perfecto. Yo postulé a emergente con los conceptos de personajes y locaciones que teníamos para la novela gráfica (adaptándola a una novela ilustrada), y gané la Beca de Creación 2012 para escribir Armórica. Como me fue bien, volví a postular al año siguiente, esta vez como profesional (nuevamente en la categoría infantil), y volví a ganar con el libro que se convertiría en Otherkin. Y como volvió a ocurrir una tercera vez (con un libro que aún está inédito), y la cuarta, al postular algo adulto no gané, volví a lo infantojuvenil este año.

Sobre el protagonismo principal que le das a las mujeres en la mayoría de tus obras (o todas las obras), ¿se debe a querer reivindicar el género femenino o es por algún personaje de algún libro o película que te marcó?

No me gustaría abogarme algo de tanta importancia, necesidad y actualidad como la reinvindicación del género femenino, pero sí es cierto que a partir de mi segunda novela (publicada con mi buen amigo y colega Daniel Guajardo), comencé a preocuparme más y a poner especial atención en el tratamiento de los personajes femeninos. En ese aspecto Psique fue una gran escuela, y supongo que desde entonces en algo puede que esté contribuyendo al tener siempre en cuenta que lo que escribo logre pasar el Test de Bechdel (y así cumplir con los estándares mínimos que eviten las odiosas brechas de género). Aunque por otro lado tampoco es una imposición, es algo que se fue dando de manera natural durante mi desarrollo como escritor. Desde niño siempre me llamaron la atención los personajes femeninos que se presentaban como iguales de los protagonistas, por lo general masculinos. Sayaka Yumi, por ejemplo, que pilotaba a Afrodita A en Mazinger Z; Teela en He-Man and the Masters of the Universe, que no era el “interés romántico” de He-Man sino su partner; o Elita-1, la compañera de Optimus Prime en la serie animada original de los Transformers. Esto seguramente se debe a que crecí en una familia donde sentía a mi padre y madre como iguales. No había “dueño o dueña” de casa. Mi papá era Químico, mi mamá es Odontóloga, cada uno tenía su trabajo, su propio mundo, y parecían trabajar y colaborar juntos en pos de una meta en común. Eso hasta que se separaron, claro. Pero ese espíritu de camaradería, de igualdad y horizontalidad, la idea que hombre y mujer podían y debían tener los mismos derechos, las mismas oportunidades y que no había uno inferior o superior al otro, permaneció. Tengo una hermana menor, además, con la que fuimos muy cómplices en nuestra infancia y con la que jugábamos (y peleábamos) todo el tiempo. Mi hermana es una mujer extraordinaria, a la que admiro profundamente, y fue clave para que luego de la separación de nuestros padres no perdiera la fe en este team-up que debe ser la relación hombre-mujer, ya sea en términos sentimentales, filiales, laborales o de amistad.
         Ahora bien, si me preguntas por algún personaje o libro en específico, se me vienen dos a la mente de inmediato. El personaje es Diana, la “acróbata” de la serie animada Calabozos & Dragones; y el libro es El señor de la noche de Tanith Lee.  Calabozos & Dragones es de la misma época que Transformers y G.I. Joe, pero al tener un reparto de personajes más acotado se hacía mucho más interesante en cuanto al desarrollo de los mismos, y porque, claro, en cierta forma uno podía sentirse más identificado con los niños y adolescentes transportados a un mundo de fantasía de Calabozos & Dragones que con los robots gigantes de Transformers o los soldados y operativos especiales de G.I. Joe. Los protagonistas de Calabozos & Dragones eran Eric, el Caballero; Presto, el Mago; Hank, el Arquero; Sheila, la Ladrona; Bobby, el Bárbaro; y la ya mencionada Diana. Cada uno de ellos tenía un arma u objeto de poder relacionado a sus envestiduras, en el caso de Diana, se trataba de una jabalina o lanza mágica. Dentro del grupo Diana destacaba por ser una persona muy segura de sí misma, líder natural, y por supuesto, una héroe de acción (en contraposición a Sheila, que contaba con un capa mágica que la hacía invisible y, por lo tanto, actuaba de manera más subrepticia y en operativos de infiltración y espionaje).
         En esa misma época ya estaba metido de lleno en la lectura de libros de fantasía y ciencia ficción, y descubrí los maravillosos libros-juego publicados en español por Ediciones Altea en su Colección Altea Junior. Para quienes no los conozcan, los libros-juego son un tipo de ficción participativa que permite al lector tomar decisiones que afectan la forma en que se desarrolla la trama. La narración es rizomática y permite recorrer varios senderos o líneas argumentales mediante el uso de párrafos numerados en cada página. Vistos en retrospectiva, los libros-juego de Altea fueron una gran influencia en mi desarrollo como autor infantojuvenil, y esta influencia se nota especialmente en Armórica y su ambientación “neomedieval”, como le has llamado. Los tres libros-juego que leí primero, y que conservo hasta el día de hoy, eran todos “medievales”. La búsqueda del Grial: El castillo de las sombras de J. H. Brennan con ilustraciones de John Higgins; El Hechicero de la Montaña de Fuego (The Warlock of Firetop Mountain) de Steve Jackson e Ian Livingstone con ilustraciones de Russ Nicholson; y Lobo Solitario: huida de la oscuridad de Joe Dever e ilustrado por Gary Chalk. Esos tres libros me los devoré, y los leí varias veces (ya que esa es su gracia) agotando todas las posibilidades. Luego no encontré más títulos así, y seguí leyendo literatura “normal”. Fue entonces que llegó a mis manos El señor de la noche de Tanith Lee en una edición de Martínez Roca, y de inmediato pude distinguir una voz autoral diferente a la de, por ejemplo, Jack Vance u otros autores masculinos que había leído hasta ese momento. El libro de Lee era además un fix-up, una novela formada por un grupo de narraciones ambientadas en el mismo universo y relacionadas entre sí, pero en cierta forma autoconclusiva, aunque al mismo tiempo parte de un arco argumental más largo. Otras autoras que había leído durante ese tiempo, y cuyos relatos me habían cautivado, fueron Ursula K. Le Guin y James Tiptree Jr. (seudónimo de Alice Bradley Sheldon). En lo general me parecía prestaban mayor atención al desarrollo de los personajes, no eran tan de cartón piedra como los de Larry Niven o Asimov.
         Poco tiempo después llegaron a la librería Fénix (me parece la única librería de todo Punta Arenas), nuevos libros-juego de la Editorial Timun Mas. Y si bien eran más breves y estaban orientados a lectores más pequeños, los compré y leí, ya que estaban basados en la serie de Calabozos & Dragones. Uno estaba escrito por Margaret Weis con ilustraciones de Sam Grainger, y se titulaba La torre de los sueños de medianoche. El otro se llamaba Los ladrones de estrellas, escrito por Linda Lowery con ilustraciones de Gary Williams.
         Los libros juego de Dungeons & Dragons puede que hayan sido más simples e infantiles, pero al menos uno de ellos, aportó algo inédito en mi experiencia como lector hasta entonces.  Una de las características de los libros-juegos de los que te hablo, es que están escritos en segunda persona y apelan a que el lector no solo se identifique con el protagonista, sino que se convierta en él. En El castillo de las sombras fui un adolescente llamado Pip, hijo adoptivo de una pareja de granjeros. En El Hechicero de la Montaña de Fuego fui un aventurero simpático de edad no-definida por el cual lloraban las mujeres (tanto jóvenes como viejas) cuando me veían partir a la morada del hechicero. En Huida de la oscuridad, fui un joven aprendiz de los monjes del Kai llamado “Lobo Silencioso”, único sobreviviente a un ataque al monasterio por parte de los Señores de la Oscuridad. En La torre de los sueños de medianoche fui Bobby el Bárbaro, y  en Los ladrones de estrellas ¡Diana la Acróbata! Por primera vez me tocaba “jugar” con un personaje femenino. Ahora que reflexiono sobre esto lo considero un cambio de paradigma, un “punto de inflexión” como tanto le gusta decir a los periodistas, pero no recuerdo que en su momento fuera nada significativo. No dejé de leer el libro porque me tocaba ser mujer, pese a que aún vivíamos en una época bastante retrograda en términos de igualdad y diversidad. Creo que fue ahí, en ese momento, que mi predisposición por escribir personajes femeninos se activó, llevándome años después a la creación de Atómica, que a su vez me llevó a conocer y colaborar con Jossy Alburquenque, una gran amiga que se ha convertido en la dibujante oficial y madre adoptiva de Atómica.

Háblame del trabajo de ilustraciones detrás de Armórica.

Las ilustraciones como te decía anteriormente son las que dieron origen a Armórica como novela. Todo partió con un casco vikingo, un “verdadero casco vikingo” que nos mostró a Pablo y a mí, Rodrigo Vásquez, un amigo en común que entre sus muchas actividades participa de una banda de música medieval llamada Gens Goliae. Esto creo que fue en mayo del 2011, si mal no recuerdo, y el casco en cuestión era el yelmo de Gjermundbu, un casco defensivo militar del tipo “cascos de anteojos” usado hacia el año 875. En ese momento pensé: “¿cómo sería una Atómica medieval que usara ese casco? Y de inmediato nos pusimos a tirar líneas con Pablo. De ahí le propuse la idea de hacer una novela gráfica y comencé a idear la historia, el mundo y los personajes. Durante una visita de Pablo a mi casa, le pasé unas hojas del block de colegio de mi hijo, unos lápices de mina, y el resto podríamos decir es historia. Esas fueron las ilustraciones que presenté junto a mi propuesta narrativa para la beca de creación, el último día de plazo.

Una de las mejores características del libro es hacer más cercana al lector con la heroína. Con problemas reales de una adolescente junto a sus amigos. ¿Hiciste alguna especie de investigación sobre la problemática adolescente?

En primer lugar, y aunque es de perogrullo decirlo, tengo la experiencia de haber sido un adolescente, por lo que mucho proviene de ahí. En segundo lugar, el 2005 regresé a la universidad donde me titulé en 1997 de Licenciado en Artes para hacer los ramos de Pedagogía que me permitirían obtener el título de Profesor de Arte para Enseñanza Media. Allí tuve ramos como Ética, Didáctica, y Psicología del Desarrollo. Esta última con mucho énfasis en, tal como lo indica su nombre, el desarrollo de la psicología del niño y su transición a la adolescencia. Me tocó estudiar a Piaget con su epistemología genética, a Maslow y varios otros más. Por otro lado, la mayoría de mis compañeros eran unos diez años más jóvenes que yo, habiendo recién terminado la carrera y complementándola con los ramos de Pedagogía, y si bien no eran adolescentes, muchos de ellos actuaban como tales. También en ese tiempo comencé a hacer clases en la universidad, y todo eso me reconectó con la gente joven, permitiéndome observar desde cierta distancia ya las similitudes y diferencias entre ellos y yo, que además ya estaba casado y era padre. Egresé de Pedagogía el 2007, porque me eché el ramo más importante: Dicáctica, y ese mismo año comencé a planificar a Atómica, que finalmente “nació” el 9 de febrero de 2009. Y Armórica nació un par de años después como la versión “neomedieval” de Atómica.

¿Existirá un segundo libro que nos relate las aventuras de Armórica o alguna saga que resulte de este mundo creado?

Tengo delineada la trama del segundo libro, que transcurrirá unos pocos meses después del primero; y del tercero, que acontecerá veinte años después de su antecesor. Como estoy a años luz de ser un George R. R. Martin, no existe apuro alguno por parte de nadie porque los escriba, así que me tomaré mi tiempo, unos diez años posiblemente, si no me muero antes. 

Les dejo en link de la reseña del libro "Armórica": 

https://lafronteradeloslibros.blogspot.com/2018/09/armorica.html




2 comentarios:

  1. Súper interesante esta entrevista! Además, me alegra que el autor se haya tomado el tiempo de explicar las cosas en detalle.

    Un abrazo!

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    1. Hola! Es super importante ese feed back y muy valioso lo que comentas, que el lector como uno pueda conocer más en detalle el trabajo detrás de la obra literaria.

      Abrazos!!!

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