Les presento una conversación con gran el autor chileno Sergio Alejandro Amira, quien profundiza en su libro Armórica, origen de la idea para el personaje principal, trabajos anteriores, recomendaciones de libros y mucho más... Agradezco su buena onda y por la cercanía que tiene con sus lectores, quien en ningún momento ha tenido problemas en responder mis innumerables dudas sobre su literatura, generando un feed back increíble.
Revisando
tu biografía se pueden encontrar varios libros escritos con distintos tipos de
narrativa para adultos y también infantiles. Cuéntame sobre el motivo que te
llevó a escribir libros para un público infanto-juvenil, por ejemplo, Armórica
y tu experiencia.
Armórica fue el primer libro
que escribí con el objetivo y la consciencia plena de estar haciendo algo
infanto-juvenil, aun cuando Atómica tenía un objetivo similar y le antecede,
aunque es básicamente parte de lo mismo (ya que Armórica como personaje es una
versión de Atómica). Hasta ese momento había postulado muchas veces a la Beca
de Creación del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura sin éxito
alguno, con obras en las que nunca me preocupé de escribirlas para nadie en
particular salvo yo mismo. Al ver que esa fórmula no me estaba resultando,
decidí a último momento postular a la categoría de “libro infantil ilustrado”,
para lo cual se solicitaba algunas ilustraciones y una propuesta de lo que se
trataría el libro, algo que yo ya tenía gracias a una novela gráfica que
estábamos planeando con mi amigo Pablo Santander. En esa época las
postulaciones aún se dividían entre profesionales y emergentes, y para ganar
debías obtener un puntaje perfecto. Yo postulé a emergente con los conceptos de
personajes y locaciones que teníamos para la novela gráfica (adaptándola a una
novela ilustrada), y gané la Beca de Creación 2012 para escribir Armórica. Como
me fue bien, volví a postular al año siguiente, esta vez como profesional
(nuevamente en la categoría infantil), y volví a ganar con el libro que se
convertiría en Otherkin. Y como volvió a ocurrir una tercera vez (con un libro
que aún está inédito), y la cuarta, al postular algo adulto no gané, volví a lo
infantojuvenil este año.
Sobre
el protagonismo principal que le das a las mujeres en la mayoría de tus obras
(o todas las obras), ¿se debe a querer reivindicar el género femenino o es por
algún personaje de algún libro o película que te marcó?
No me gustaría abogarme algo de
tanta importancia, necesidad y actualidad como la reinvindicación del género
femenino, pero sí es cierto que a partir de mi segunda novela (publicada con mi
buen amigo y colega Daniel Guajardo), comencé a preocuparme más y a poner
especial atención en el tratamiento de los personajes femeninos. En ese aspecto
Psique fue una gran escuela, y supongo que desde entonces en algo puede que
esté contribuyendo al tener siempre en cuenta que lo que escribo logre pasar el
Test de Bechdel (y así cumplir con los estándares mínimos que eviten las
odiosas brechas de género). Aunque por otro lado tampoco es una imposición, es
algo que se fue dando de manera natural durante mi desarrollo como escritor.
Desde niño siempre me llamaron la atención los personajes femeninos que se
presentaban como iguales de los protagonistas, por lo general masculinos.
Sayaka Yumi, por ejemplo, que pilotaba a Afrodita A en Mazinger Z; Teela en He-Man
and the Masters of the Universe, que no era el “interés romántico” de He-Man
sino su partner; o Elita-1, la compañera de Optimus Prime en la serie animada
original de los Transformers. Esto seguramente se debe a que crecí en una
familia donde sentía a mi padre y madre como iguales. No había “dueño o dueña”
de casa. Mi papá era Químico, mi mamá es Odontóloga, cada uno tenía su trabajo,
su propio mundo, y parecían trabajar y colaborar juntos en pos de una meta en
común. Eso hasta que se separaron, claro. Pero ese espíritu de camaradería, de
igualdad y horizontalidad, la idea que hombre y mujer podían y debían tener los
mismos derechos, las mismas oportunidades y que no había uno inferior o
superior al otro, permaneció. Tengo una hermana menor, además, con la que
fuimos muy cómplices en nuestra infancia y con la que jugábamos (y peleábamos)
todo el tiempo. Mi hermana es una mujer extraordinaria, a la que admiro
profundamente, y fue clave para que luego de la separación de nuestros padres
no perdiera la fe en este team-up que debe ser la relación hombre-mujer, ya sea
en términos sentimentales, filiales, laborales o de amistad.
Ahora bien, si me preguntas por algún personaje o libro en
específico, se me vienen dos a la mente de inmediato. El personaje es Diana, la
“acróbata” de la serie animada Calabozos & Dragones; y el libro es El señor
de la noche de Tanith Lee. Calabozos
& Dragones es de la misma época que Transformers y G.I. Joe, pero al tener
un reparto de personajes más acotado se hacía mucho más interesante en cuanto
al desarrollo de los mismos, y porque, claro, en cierta forma uno podía
sentirse más identificado con los niños y adolescentes transportados a un mundo
de fantasía de Calabozos & Dragones que con los robots gigantes de
Transformers o los soldados y operativos especiales de G.I. Joe. Los
protagonistas de Calabozos & Dragones eran Eric, el Caballero; Presto, el
Mago; Hank, el Arquero; Sheila, la Ladrona; Bobby, el Bárbaro; y la ya
mencionada Diana. Cada uno de ellos tenía un arma u objeto de poder relacionado
a sus envestiduras, en el caso de Diana, se trataba de una jabalina o lanza
mágica. Dentro del grupo Diana destacaba por ser una persona muy segura de sí
misma, líder natural, y por supuesto, una héroe de acción (en contraposición a
Sheila, que contaba con un capa mágica que la hacía invisible y, por lo tanto,
actuaba de manera más subrepticia y en operativos de infiltración y espionaje).
En esa misma época ya estaba metido de lleno en la lectura
de libros de fantasía y ciencia ficción, y descubrí los maravillosos
libros-juego publicados en español por Ediciones Altea en su Colección Altea
Junior. Para quienes no los conozcan, los libros-juego son un tipo de ficción
participativa que permite al lector tomar decisiones que afectan la forma en
que se desarrolla la trama. La narración es rizomática y permite recorrer
varios senderos o líneas argumentales mediante el uso de párrafos numerados en
cada página. Vistos en retrospectiva, los libros-juego de Altea fueron una gran
influencia en mi desarrollo como autor infantojuvenil, y esta influencia se
nota especialmente en Armórica y su ambientación “neomedieval”, como le has
llamado. Los tres libros-juego que leí primero, y que conservo hasta el día de
hoy, eran todos “medievales”. La búsqueda del Grial: El castillo de las sombras
de J. H. Brennan con ilustraciones de John Higgins; El Hechicero de la Montaña
de Fuego (The Warlock of Firetop Mountain) de Steve Jackson e Ian Livingstone
con ilustraciones de Russ Nicholson; y Lobo Solitario: huida de la oscuridad de
Joe Dever e ilustrado por Gary Chalk. Esos tres libros me los devoré, y los leí
varias veces (ya que esa es su gracia) agotando todas las posibilidades. Luego
no encontré más títulos así, y seguí leyendo literatura “normal”. Fue entonces
que llegó a mis manos El señor de la noche de Tanith Lee en una edición de
Martínez Roca, y de inmediato pude distinguir una voz autoral diferente a la
de, por ejemplo, Jack Vance u otros autores masculinos que había leído hasta
ese momento. El libro de Lee era además un fix-up, una novela formada por un
grupo de narraciones ambientadas en el mismo universo y relacionadas entre sí,
pero en cierta forma autoconclusiva, aunque al mismo tiempo parte de un arco
argumental más largo. Otras autoras que había leído durante ese tiempo, y cuyos
relatos me habían cautivado, fueron Ursula K. Le Guin y James Tiptree Jr.
(seudónimo de Alice Bradley Sheldon). En lo general me parecía prestaban mayor
atención al desarrollo de los personajes, no eran tan de cartón piedra como los
de Larry Niven o Asimov.
Poco tiempo después llegaron a la librería Fénix (me parece
la única librería de todo Punta Arenas), nuevos libros-juego de la Editorial
Timun Mas. Y si bien eran más breves y estaban orientados a lectores más
pequeños, los compré y leí, ya que estaban basados en la serie de Calabozos
& Dragones. Uno estaba escrito por Margaret Weis con ilustraciones de Sam
Grainger, y se titulaba La torre de los sueños de medianoche. El otro se
llamaba Los ladrones de estrellas, escrito por Linda Lowery con ilustraciones
de Gary Williams.
Los libros juego de Dungeons & Dragons puede que hayan
sido más simples e infantiles, pero al menos uno de ellos, aportó algo inédito
en mi experiencia como lector hasta entonces.
Una de las características de los libros-juegos de los que te hablo, es
que están escritos en segunda persona y apelan a que el lector no solo se
identifique con el protagonista, sino que se convierta en él. En El castillo de
las sombras fui un adolescente llamado Pip, hijo adoptivo de una pareja de
granjeros. En El Hechicero de la Montaña de Fuego fui un aventurero simpático
de edad no-definida por el cual lloraban las mujeres (tanto jóvenes como
viejas) cuando me veían partir a la morada del hechicero. En Huida de la
oscuridad, fui un joven aprendiz de los monjes del Kai llamado “Lobo
Silencioso”, único sobreviviente a un ataque al monasterio por parte de los
Señores de la Oscuridad. En La torre de los sueños de medianoche fui Bobby el
Bárbaro, y en Los ladrones de estrellas ¡Diana
la Acróbata! Por primera vez me tocaba “jugar” con un personaje femenino. Ahora
que reflexiono sobre esto lo considero un cambio de paradigma, un “punto de
inflexión” como tanto le gusta decir a los periodistas, pero no recuerdo que en
su momento fuera nada significativo. No dejé de leer el libro porque me tocaba
ser mujer, pese a que aún vivíamos en una época bastante retrograda en términos
de igualdad y diversidad. Creo que fue ahí, en ese momento, que mi
predisposición por escribir personajes femeninos se activó, llevándome años
después a la creación de Atómica, que a su vez me llevó a conocer y colaborar
con Jossy Alburquenque, una gran amiga que se ha convertido en la dibujante
oficial y madre adoptiva de Atómica.
Háblame
del trabajo de ilustraciones detrás de Armórica.
Las ilustraciones como te decía
anteriormente son las que dieron origen a Armórica como novela. Todo partió con
un casco vikingo, un “verdadero casco vikingo” que nos mostró a Pablo y a mí,
Rodrigo Vásquez, un amigo en común que entre sus muchas actividades participa
de una banda de música medieval llamada Gens Goliae. Esto creo que fue en mayo
del 2011, si mal no recuerdo, y el casco en cuestión era el yelmo de
Gjermundbu, un casco defensivo militar del tipo “cascos de anteojos” usado
hacia el año 875. En ese momento pensé: “¿cómo sería una Atómica medieval que
usara ese casco? Y de inmediato nos pusimos a tirar líneas con Pablo. De ahí le
propuse la idea de hacer una novela gráfica y comencé a idear la historia, el
mundo y los personajes. Durante una visita de Pablo a mi casa, le pasé unas
hojas del block de colegio de mi hijo, unos lápices de mina, y el resto
podríamos decir es historia. Esas fueron las ilustraciones que presenté junto a
mi propuesta narrativa para la beca de creación, el último día de plazo.
Una de
las mejores características del libro es hacer más cercana al lector con la
heroína. Con problemas reales de una adolescente junto a sus amigos. ¿Hiciste
alguna especie de investigación sobre la problemática adolescente?
En primer lugar, y aunque es de
perogrullo decirlo, tengo la experiencia de haber sido un adolescente, por lo
que mucho proviene de ahí. En segundo lugar, el 2005 regresé a la universidad
donde me titulé en 1997 de Licenciado en Artes para hacer los ramos de
Pedagogía que me permitirían obtener el título de Profesor de Arte para
Enseñanza Media. Allí tuve ramos como Ética, Didáctica, y Psicología del
Desarrollo. Esta última con mucho énfasis en, tal como lo indica su nombre, el
desarrollo de la psicología del niño y su transición a la adolescencia. Me tocó
estudiar a Piaget con su epistemología genética, a Maslow y varios otros más.
Por otro lado, la mayoría de mis compañeros eran unos diez años más jóvenes que
yo, habiendo recién terminado la carrera y complementándola con los ramos de
Pedagogía, y si bien no eran adolescentes, muchos de ellos actuaban como tales.
También en ese tiempo comencé a hacer clases en la universidad, y todo eso me
reconectó con la gente joven, permitiéndome observar desde cierta distancia ya
las similitudes y diferencias entre ellos y yo, que además ya estaba casado y
era padre. Egresé de Pedagogía el 2007, porque me eché el ramo más importante:
Dicáctica, y ese mismo año comencé a planificar a Atómica, que finalmente
“nació” el 9 de febrero de 2009. Y Armórica nació un par de años después como
la versión “neomedieval” de Atómica.
¿Existirá
un segundo libro que nos relate las aventuras de Armórica o alguna saga que
resulte de este mundo creado?
Tengo delineada la trama del
segundo libro, que transcurrirá unos pocos meses después del primero; y del
tercero, que acontecerá veinte años después de su antecesor. Como estoy a años
luz de ser un George R. R. Martin, no existe apuro alguno por parte de nadie porque
los escriba, así que me tomaré mi tiempo, unos diez años posiblemente, si no me
muero antes.
Les dejo en link de la reseña del libro "Armórica":
https://lafronteradeloslibros.blogspot.com/2018/09/armorica.html
Súper interesante esta entrevista! Además, me alegra que el autor se haya tomado el tiempo de explicar las cosas en detalle.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola! Es super importante ese feed back y muy valioso lo que comentas, que el lector como uno pueda conocer más en detalle el trabajo detrás de la obra literaria.
EliminarAbrazos!!!