viernes, 15 de marzo de 2019

El corredor: La herradura entre las zarzamoras.


Algún día comprenderé la razón por la que puedo saltar en el tiempo y/o de lugar, habilidad que sigo desarrollando dentro de lo entendible. Pero en resumidas cuentas, de manera rutinaria, a las 6:30 de la mañana, me visto con tenida para trotar, me pongo mis zapatillas, audífonos y salgo a mi encuentro con las historias de mis libros leídos. Alguien podrá preguntarse si yo elijo las historias que experimento, que insisto que son muy reales, pero la verdad es que no. Las historias me elijen a mi. Por lo que es mejor hacerlo a la buena. Como les decía, salgo a trotar y yo elijo el momento del día en que me conecto de manera material con el libro leído. 

Esta mañana, cuando abrí mis ojos, me veo dentro de un vehículo transitando por un camino de tierra, que al no tener idea de cómo manejarlo, porque era muy distinto a los conocidos por mi, casi choco a un tipo que cabalgaba un caballo viejo. Con el susto el tipo cayó y con gran horror veo que un brazo se desprende de su cuerpo. Lo único que logré reconocer fue el pedal de freno, que menos mal la infame máquina lo poseía. Bajé del vehículo y para ver el estado del pobre tipo, esperando encontrarme con alguien inconsciente, bañado en sangre, porque no era menor que a alguien se le saliera un brazo! 

Resulta que el tipo estaba enfadado, intentando poner el brazo en su lugar y llamando a "Baldomero". En ese momento recordé todo, a él, al caballo y sus patrones.

- ¿Te encuentras bien?
- ¿No te fijaste o eres uno de esos que aparece de improviso en todos lados? - Ahí me di cuenta que al parecer yo no era el único que tenía esos tipos de viajes, junto con darme cuenta que me encontraba en el futuro.
- Supongo que te llamas Jacinto. 
- Si. ¿Cómo sabes eso? - Difícil de explicar, porque si comprendía que habían más que lograban viajar en el espacio y tiempo, desconocía si a él se le habían presentado otros y además que supieran su historia.
- Digamos que lo adiviné - Mentí, ya que era todo justo como lo leí en el libro de Leonardo Espinoza Benavides. 

Le ayudé a pararse, aunque la reparación de su brazo necesitaba de un trabajo mayor, por lo que decidí acompañarlo a la casa de su patrón a buscar herramientas para apretar, soldar o lo que requiera. Era lo mínimo, ya que en definitiva fue mi aparición lo que causó su desperfecto. Yo sabía que tenía poco tiempo en ese mundo, porque a pesar de que el tiempo pasa más lento en el mundo al que me traslado, en comparación al tiempo que efectivamente transcurre en mi mundo real.

Yo llevaba, tomado de las riendas a Jacinto, mientras que Jacinto llevaba su brazo. No sabía cómo explicarle lo que iba a ocurrir con su patrón, por lo que decidí elaborar un plan para que pudiera cumplir su sueño junto a su gran amigo. Cuando llegamos a nuestro destino le ayudé a reparar su brazo y le señalé que después de hablar con su patrón fuera donde mi. Que lo iba a necesitar.

- Preferiría no hacerlo.
- ¡Hazlo! Yo te puedo ayudar a cumplir tu sueño - me miró extrañado, mientras que yo también lo miré extrañado porque primera vez que ocurre que se mezclan dos libros en este tipo de experiencias. "Preferiría no hacerlo", es la empelotante frase que decía el escribiente en el relato de Melville, en el que a uno como lector lo saca de sus casillas.

Cuando terminó de hablar con su patrón y con su rostro lleno de tristeza, fue hacia mi en busca de la ayuda prometida. Le señalé que debíamos dirigirnos donde se almacenaban las naves que lo llevarían al espacio, lo que era solamente un lujo.

El lugar no quedaba lejos, aunque la lluvia que caía nos hizo más lento nuestro trayecto. Cuando llegamos al lugar había un grupo de naves que funcionaban de manera similar a las aviones de mi época, le dije que debíamos echar al caballo en la zona de equipajes.

- Se llama Baldomero.
- Como sea, hay que hacerlo rápido.
- ¿Y después?
- Tú vas con él. Eres un robot, no te va a pasar nada.
- No soy un robot, soy un andr...
- Como sea huaso bruto. Debemos hacerlo rápido, que tu cab... Baldomero no haga ruido y cuando lleguen al destino deben correr y correr apenas abran las compuertas del equipaje.

Saltamos una reja que separaba el hangar del campo donde se ubicaba el "naveodromo". Supongo que así se llamarán y esperamos que dejaran todos los equipajes y ahí muy ocultos entraron Jacinto y su amigo Baldomero.

- Adiós Jacinto, espero que llegues a un lugar donde no tengas patrones, para que no te vuelvan a vender.
- Adiós... ¿Cómo te llamas? Nunca te pregunté.
- Da igual, en un rato más ni siquiera existiré en este mundo. Cuida tu caballo.
- Se llama Baldomero - Me dijo agitando su brazo ya reparado a modo de despedida.

Espero que el huaso haya cumplido el sueño de conocer el espacio junto a su amigo. Comienzo a avanzar por medio del campo y me pincho con una mata de zarzamoras, "cresta que me dolió". Comienzo a sentirme débil, a sentir sueño, cierro mis ojos, me intento concentrar para volver y me encuentro con la ciclovía donde suelo trotar en el momento en que un ciclista me grita:

- ¡Fíjate por donde vas!

No le respondí porque quedé con la imagen de una despedida que logré evitar. Creo que no hice nada malo porque en las películas siempre hablan de que no se puede alterar el pasado porque puede cambiar la historia. En ninguna parte hablan de que no se puede alterar el futuro.


Si quieres conocer la historia en la que se basa el cuento, consigue el libro "Más allá del espacio" de Leonardo Espinoza Benavides.


1 comentario:

  1. ¡Pero qué lindo gesto hacia Jacinto y Baldomero! Muchas gracias por la experiencia, Claudio.

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